domingo, 7 de abril de 2019

Febrero es carnaval en Uruguay

Atardecer en Uruguay

Me gusta cuando voy a Uruguay. Cuando aterriza el avión en el aeropuerto de Montevideo, el corazón encuentra un acomodo perfecto, y una sensación de que todo va a estar bien:  relájate y deja fluir. “Menos es más”, esa frase ahora cobra sentido, como cuando te pones un perfume bueno en un frasco de 5ml. 

La parsimonia armoniosa de Montevideo en febrero es hermosura y simpleza. En febrero la capital palpita con su esencia más genuina, mezclada con la alegría veraniega y carnavalera. 
Las calles llenas de árboles decoradas con flores, espectáculos en los parques, filas de gente corriendo con vitalidad en la rambla, picaditas de futbol en las placitas, bailarines de tango o artistas callejeros innovando con nuevas melodías, gente caminando y conversando entre mates como si la tarde no pasara. El atardecer es un espectáculo digno de ver. La gente se arrima a las orillas de la playa y se sienta a verlo entre conversaciones y risas sin límite, aplaude cuando se esconde el sol en el agua, en una acuarela celestial de anaranjados, rojizos y lilas tornasolados. A veces, los tamboriles suenan acompasando tamaña belleza andante. A veces la lluvia barre con los planes, y te deja envuelto en un viento fresco con un aroma a mar dulce que juguetea enredándote el pelo.

Tablado de Carnaval en Montevideo

Y la noche es tan bohemia, que el atardecer genera expectativas de momentos más disfrutables aún. En febrero todas las noches son de carnaval. Un carnaval bien acorde a nuestra idiosincrasia, claro: en vez de ser un “festival de la carne” de 3 días de fiesta descarrilada como es su origen, dura 40 noches tranquilas de estar sentado y aplaudiendo en familia con mate y choripán, un espectáculo cómico-intelectual y una obra de arte en los vestuarios y maquillajes de los murguistas. Las murgas critican y se quejan, y como uruguayos se ve que nos sentimos bien quejándonos con ojo de aguja, y en general, no hacemos nada para cambiarlo. Las quejas van desde el gobierno hasta temas que no podemos controlar como el clima o los mosquitos. Pero como es febrero, las conversaciones de “vaso medio vacío” tienden a ser más de “vaso medio lleno”.

Helados deliciosos decoran las playas y esto es importante: la vaca es sagrada, pero por un motivo opuesto a India: se come todo, en cantidades industriales, la vaca y sus derivados son la comida más deliciosa del mundo. La gente no se da cuenta de que usa y abusa de la vaca hasta que llega el examen de colesterol y le hecha la culpa a la edad o a la situación económica. Cualquier comida que no tenga algo de vaca es “rara” o vegana (aunque no se suele manejar correctamente este concepto porque es difícil que exista comida sin carne o sus derivados). 
Cuando pasas los días, la simpleza reinante surte efecto: sientes que algunas cosas están de más, no necesitas glamour, ni marcas, ni maquillaje, ni adornos caros. No necesitas un vestido nuevo para una ocasión, ni muebles nuevos, o cambiar el celular, ni comer en un restaurante fino. Montevideo parece caminar un paso al costado de los estímulos de compra respecto a otras capitales. Sientes que estás bien así como estás sin necesidad de más y que puedes conversar con todo el mundo así como sos. La gente suele disfrutar horas conversando contigo sin motivo alguno, con una espontaneidad muy divertida, casi inocente, que se delata por la mirada seguida de una sonrisa y de decir lo que piensa sin pensar mucho lo que dice.
Menos es más. Montevideo está plantada de corazón al mar, parada en la orilla de la playa con los brazos bien abiertos respirando hacia el mundo, diciéndole al tiempo que no corra, que no tiene apuro. Parece que eso le diera el carácter a nuestra capital. 

Y si decides irte, vuelve cuando quieras, ella te despeina con su viento marino intenso, para recordarte que te recibe con los brazos abiertos, como si no hubiera pasado el tiempo. 

domingo, 24 de febrero de 2019

México encantador y caótico

Calendario Azteca
Un viento de energía positiva se siente desde que llegas, envuelto en una bulla colorida a más no poder, con mariachis, salsas verdes y rojas excedidas de ají. Me está gustando mucho llegar a México, quedarme tiempos largos y de forma reiterada, así como lo hacía cuando viajaba a Colombia. De esta forma puedo sentir, oler, degustar como una local, pero con vivencias de aventura obligada porque tienen fecha de caducidad. 
Después del tercer viaje tengo una relación dual con el país azteca: es lo más impresionante que he visto en Latinoamérica, es el exponente de lo mejor y lo peor de este continente. O tal vez por el tamaño, se me hace todo más inmenso. 

En una expo de arte moderno, un artista inglés representó a México. La representación es excelente!
Es un deleite desde el punto de vista personal, paseos, conocer gente, cultura, entretenimiento, colores, gastronomía, leyendas con realismo mágico, sus habitantes son hijos de la sabiduría autóctona de un imperio indígena, que fue violentado pero no matado por los conquistadores bárbaros, todo adosado con salsas picantes. Es una orquesta exquisita tocada con instrumentos de una variedad melodiosa que no sabía podía existir. El entusiasmo de la gente, su  simpatía extrema, visión positiva y actitud divertida de la vida es tan magnético que uno siente la necesidad imperiosa de conocer cuál es la fuente de ese mix. De repente conversas con cualquiera y tienen el corazón abierto al mundo, dispuestos a compartir un rato contigo. 
Desde el punto de vista laboral, cierro los ojos y fantaseo que de los edificios gigantescos salen unos brazos mutantes que se mueven lento, enredándose, golpeándoselas y avanzando impulsados por un positivismo sin rumbo ni un mínimo de formalidad. 
Una de las avenidas principales, Reforma, CDMX. 
Tránsito un viernes de tarde en el Ángel, Reforma, CDMX.

El Zócalo de CDMX

Me da un poco de ansiedad de que no sabes por donde van a salir esos brazos, si pasan por delante de ti, lejos o te van a llevar por delante, pero avanzan finalmente. Todo es tan cambiante que las citas en el calendario se mueven más que un terremoto y maremoto juntos. Hasta último momento es difícil que te agenden una reunión, y después de agendadas, son tan fijas como un niño en un flotador en una playa con olas. Si sabes aprovechar ese caos a tu favor, le escribes a la gente dos días antes para que te reciban, mostrando mucho entusiasmo, proactividad y seguridad. Es un mix que el mexicano reacciona muy bien, porque empatiza contigo por el entusiasmo, pero los ingredientes de la proactividad y la seguridad les llama la atención.

Hasta la comida común y corriente tiene colorido.

Sin embargo, parece que finalmente ese caos es magnético e interesante,  se luce en sus calles cosmopolitas, con migrantes recientes, donde México se muestra como una tierra prometida, exótica, llena de instrumentos posibles y un alimento a la creatividad que te sentís capaz de tocar la música que quieras, siempre que desarrolles habilidades de precaución en todos los niveles. Decidí explorar esta inmensidad de creatividad de cemento y humanidad infinitas por mi cuenta, les contaré en el próximo post.  


sábado, 30 de junio de 2018

Carta a Luis y a los muchachos celestes

En Vietnam con la Celeste

No me imaginé que nuestra camiseta era tan conocida, especialmente la tuya Suárez.

En Asia, durante dos meses salí con la camiseta 9 y las miradas curiosas iban apareciendo. "Suareeez" me decían sonriendo en Indonesia, "Suareeez" en Malasia,
En Vietnam una pareja con niños en una moto me gritó entusiasmados tu apellido al pasar. Y en pueblos donde sólo hablaban vietnamita, intercambiamos ademanes y sonrisas porque sí sabían pronunciar tu apellido con claridad.

En Myanmar, un país donde apenas conocen a algún actor de Hollywood, ahí estabas, omnipresente. Tu camiseta despierta sonrisas y conversaciones espontáneas. Me hacían ademán de mordida, "el mordedor".

Diariamente me siento en la obligación de defenderte, que tu no sos malo, que los niños muerden y excusas que uno da al hablar de un hermano ante desconocidos. En Asia, lo único que conocían de Uruguay era tu camiseta, y a vos, así que cuando me veían, me trataban como si yo mañana fuera a tomar mate contigo y te diera sus mensajes.

Lo más simpático fue cuando me salvaste en Singapur. Necesitaba llegar al Centro comercial y no tenía moneda local para pagar el metro. La casa de cambio más cercana estaba muy lejos y no tenía tiempo. Usé mi comodín, le dije que soy uruguaya y funcionó! El asistente del metro sonrió con ganas y una vez más escuché el "Suareeeez". "Yo voy a ir a conocer Uruguay algún día, soy fan de Suárez", mencionó. Es más, me ofreció prestarme dinero si regresaba a devolvérselo.

Hoy en día doy talleres empresariales, para motivar a profesionales a que sean constantes y a formar buenos hábitos de venta. Les hablo de ustedes, del "método maestro" de Tabárez, de la cultura futbolera, la constancia y la pasión que los movió a ustedes. En fútbol jamás nos quejamos de que somos un país pequeño, que es difícil tener una selección como la de Inglaterra o Brasil, países 20 veces y 60 veces mayores. Ni lo pensamos, vamos por la meta con todo, a veces la logramos, o avanzamos de forma constante, eso es lo que importa.
Y así todo el mundo entiende, que el gol no viene solo, se construye, con pasión y constancia, y que los únicos que están en la cancha para hacerlo son los jugadores. Y sonríen.
Y una vez más me salvaron muchachos, todo el equipo de la Celeste!

Ahora nos despertaron más que una sonrisa a todos los uruguayos! Gracias!

domingo, 25 de marzo de 2018

Cartas desde Japón

Kinkaku-ji, Golden Temple, Kioto.

¿Qué significa desarrollo y progreso? Desde el minuto uno en el que llegamos a Japón, sentí que estaba en el primer mundo, de verdad. Un lugar donde vi una educación del ser humano que no creí que existiera en el mundo. Una sintonía entre tres aspectos: material, intelectual y espiritual que forman una pirámide de perfección, de altos estándares. 
Una convergencia entre el mundo occidental, reflejado en la modernidad e indumentaria de Tokio, y el mundo oriental, más presente en los templos y tradiciones de Kioto. El orden, la limpieza y la puntualidad son las primeras señales de que todo funciona con una perfección milimétrica, en equilibrio y armonía, acompañado de una excelente vocación de servicio.


Una esquina en Shinjuku, uno de los barrios más transitados en Tokio
A las afueras del Palacio Imperial, Tokio.
Fushimi Inari-Taisha, el templo de las 10 mil puertas, Kioto.


Cherry Blossom, flores típicas de los jardines en Japón.

La experiencia única
Cada detalle es importante. En Japón entendí lo que es brindar una vivencia de calidad. Ir al baño es una experiencia representativa de la filosofía de vida nipona. Entras a cualquier baño público y está limpio, con jabón, papel y agua. Tienen muchos baños y no encontramos ninguno sucio, ni siquiera en los lugares de difícil acceso. En algunos casos, entras y la tapa se levanta. El water está calentito, hay una variedad de botones, funciones de bidet para hombres y para mujeres (con distinta inclinación del chorro de agua), desinfectante para limpiar y cisterna automática, entre otros botones que no supe descifrar para qué sirven. En algunos baños hay flores. Cualquier experiencia en Japón sorprende, toca los puntos imaginables y más. Es minimalista, simple, pero con puntos que cubren una necesidad y el buen gusto, todo esto hace que sea sofisticada. Así son todas las vivencias: desde entrar a un museo, la fila ordenada, los trenes, la gente servicial y respetuosa, un asistente en el supermercado explicándote con detalle, como si su misión en la tierra fuera ayudarte. La gente que te atiende te dice “arigató gozaimá” -gracias en japonés- tres veces, seguido de una pequeña reverencia. En los lugares públicos hay huellas impresas en el piso para indicarte donde debes esperar, las calles, parques y accesos a lugares está señalizado a un extremo para que lo siga un niño, o un lisiado, y los trenes y buses te dan información útil en cuatro idiomas. Para los amantes de la moda, los zapatos y la indumentaria japonesa, hace honor a esta cultura: diseños únicos, sobrios, elegantes y funcionales. La ropa para el frío es liviana pero abriga mucho. Quedé loca con los zapatos, no me imaginé que podían existir tantos diseños de zapatos hermosos, de tela, bordados, con perlas, elegantes, con taco medio y confortables.
El espejo de un baño del hotel.
La parte donde uno se mira está diseñada para que no se empañe.



El water tiene la tapa caliente y varios botones.
También un gel con limpiador  para dejarlo limpio luego de usarlo.

Continuará

lunes, 5 de septiembre de 2016

Cartas desde Asia - Espiritualidad encapsulada en sonrisas en Myanmar

Amanecer en Bagan, Myanmar. 
Cuando vi la película "The Lady", quedé tan impresionada con la historia de Myanmar (ex Burma o Birmania) que dije que seguro iría a conocerlo. La mujer a la que hace referencia la película, Aung San Suu Kyi, es la presidente actual de Myanmar, para los lugareños es una heroína que volvió a su tierra para luchar por la libertad, hipotecando así su libertad personal y su familia. Después de 40 años de dictadura, Myanmar se abre al mundo y recibe a sus turistas con una experiencia que sacude el estilo de vida al que estamos acostumbrados en occidente.

Menos es más. Nunca entendí tanto este concepto como cuando estuve en Myanmar.

Después de una noche de viaje amanecimos en Bagan, un pueblo de templos. Arrancamos en una moto eléctrica que no andaba a más de 23 km/h a ver el amanecer. Estaba muy frío y había que descalzarse sin medias en el suelo helado, pero el espectáculo a continuación era tan supremo que te olvidabas de todo lo mundano. George Orwell y otros escritores se han inspirado con el amanecer de Bagan, y no es para menos: místico, sublime, naturaleza en su máximo esplendor, como si le brindara su obra maestra a Dios. A medida que se aclara el cielo, los templos se asoman en el descampado. Los hay del tamaño de dos hectáreas, los grandes como una casa o pequeños como la cucha del perro. El mar de templos se extiende hasta el horizonte, blancos, de ladrillo y con oro, enmarcados con globos aerostáticos que sobrevuelan el cielo. Dicen que quedan 2000 de los 4000 que se construyeron. En otro amanecer el toque original fueron las nubes pintadas en un tornasol a medida, y el sol escondido las empujaba suavemente. Cada amanecer es una obra de arte diferente.

Los atardeceres también tienen su encanto nostálgico, con tonalidades naranjoamarillas que juguetean en las cúpulas de los templos hasta el ocaso. Es lindo ver procesiones de motos y bicicletas yendo a ver tal espectáculo natural, con turistas y oriundos que trepan a los templos para imbuirse en el encanto celestial. Un hecho que nos suele pasar desapercibido, en Bagán es majestuoso.


La religiosidad es fundamental en la vida de los birmanos; Buda es su divinidad: lo ves en todos los tamaños, sentados en distintas poses, acostado, sonriendo, pintado con distintas túnicas, como un amigo que te acompaña. ¡Los ves bañados y macizos en oro, nunca vi tanto oro junto en mi vida!
La gente se arrodilla en masa a rezar y dar ofrendas. En Yangón la pagoda principal es gigantesca y con templos llenos de oro. La gente se agolpa en las noches y en las mañanas como si fuera a entrar a un estadio (sin violencia), para rezar.




"¿Acá a nadie se le ocurre desprenderle la uña a un Buda?" -mi mente latina me cuestionaba tanto amor y sin viveza. Aún no conocía a los birmanos, un pueblo con una humanidad espontánea que te conmueve.

Los Birmanos. Imagínense una felicidad inmensa concentrada en una sonrisa, con un toque de inocencia, atendiéndote con el máximo agrado, conversando con placer con un desconocido. Recibes saludos y sonrisas efusivas de desconocidos. "Mingalaba, hello" escuchas de los transeúntes y a coro proveniente de los camiones llenos de gente. Definitivamente ellos le dan el mejor uso a la bocina que he visto: la bocina es para saludar.

También tienen un excelente hábito: saludar sonriendo al que se cruza, como si fuera un trueque de energía positiva. Incluso puede dar pie a una conversación. A Nico le encantó esto, saludaba con "mingalaba" a la gente y a los camiones que pasaban, conversaba con cualquiera, mientras lo miraban curiosos y le hacían bromas por su barba de papanoel negra.
Schwedagon Pagoda, la principal pagoda de Myanmar, Yangón. 


Los extranjeros son exóticos en Myanmar. Ellos suelen pedirte foto, te tocan y te abrazan porque eres muy extraño, pero bienvenido a su tierra. En un pueblo hicieron fila para sacarse una foto con nosotros. Quedamos muy impactados de ver que los birmanos se sienten contentos de saludarte, felices de servirte, agradecidos de invitarte y compartir un momento contigo. Actúan con una espontaneidad y calidez que no he visto antes, sin miedo alguno.

La vida en Bagan es bien sencilla: trabajan como agricultores, pintando y elaborando artesanías o en servicios. Para nuestros ojos occidentales son pobres: habitan en villas de madera, con un mobiliario mínimo y natural, internet es un lujo para los turistas y anda más lento que enchufar el cable del internet a la línea del teléfono, como en los inicios. Un trayecto en bus de 4 horas de carretera te lleva más del doble porque los caminos son malísimos. Llegás con la espalda y las nalgas más baqueteados que tamboril de carnaval.

Olvídate de hacer algo rápido en Myanmar, la gente aún no tiene la urgencia a la que nos acostumbramos por la tecnología. Visten unas polleras y blusas, hombres y mujeres, con chancletas de goma o gamuza (segun la ocasión) como único calzado! No existe el elegir zapatos ni andar con cámaras, carteras o accesorios. Esta sencillez la vi en la capital también.

Con Nathaniel (de camisa a cuadros) y sus hermanos.
Los niños corretean, hacen dibujos que luego venden en conversaciones muy animadas a los turistas. Me acuerdo de un chiquito que conocí el primer día en el templo Manuha: su nombre suena como Nathaniel. Creo que no he visto una sonrisa infantil tan hermosa en el mundo. Varios días después me lo vuelvo a encontrar, con todo su entusiasmo junto a sus amigos nos lleva a ver el Buda durmiente del templo.

Otro día fui a una celebración donde las familias pasaban el día entero, oraban y hacían ofrendas. El muchacho que me vendió un jugo se preocupó porque yo no había almorzado aún (eran 11.30 am) y además andaba sola, así que me invitó a almorzar con su familia. El arroz con vegetales y pollo estaba más rico que en los restaurantes.




Grandes y niños se arremangan las polleras en los templos y patean una especie de pelotas de bamboo huecas: el fútbol les gusta. Al igual que en el resto de Asia, conocen a Suárez, Messi, Neymar y Sánchez. Eso somos: Uruguay es Suárez. Esto lo sentí en todo Asia, que Suárez era como mi hermano al que todo el mundo conoce "Suareeez" o "fútbol" me dicen cuando digo que soy uruguaya, y se ríen o me preguntan si en Uruguay mordemos.

"40 años de dictadura nos han marcado", nos comentó una vez un profesor de Historia. "Pero Buda es bueno y siempre ha premiado a los buenos. Ahora tenemos libertad". El país logró su independencia y luego su democracia casi sin conflictos armados. Hoy el país es una democracia aún frágil, convive con cierres de fronteras arbitrarios, ocupaciones del ejército y una injerencia excesiva de las Fuerzas Armadas.

La despedida. Se me cayeron algunas lágrimas cuando el avión despegó de Yangón. Ni una experiencia mala vivimos, ni una. La gente más feliz del mundo es generosa con su sonrisa, su humildad y sus ganas de ayudarte. Allí no importa tu color de piel, idioma, pasaporte o tu nivel social. Tom Cruise podría quedarse allí y la gente lo trataría de forma tan amorosa como a nosotros. Eres una persona y eso es suficiente.

Qué contraste vivimos al intentar volver, vimos como en Estados Unidos en las embajadas y en migración no les importa si tenés algún problema y casi que te tratan como si fueras un vagabundo de segunda clase mientras que en Myanmar se sienten honrados de ayudarte. A qué extremos puede llegar el ser humano, y qué bueno es, cuanto más simple es su vida!

Como el viaje no podía terminar sin accidentes, Nicolás se quedó atrapado en Bangkok, porque no lo dejaban pasar por EEUU con su pasaporte de emergencia. Se demoraron en darle cita en la Embajada de Estados Unidos para pagar una visa que caducaría una vez que llegara a Chile. Una semana después volvió a Chile por Nueva Zelanda.

Fue hermoso terminar el viaje en Myanmar y ver un lugar con tanta pureza humana, tan espiritual, tan feliz y desinteresado. Allí me sentí la amiga de Nathaniel, la hermana del muchacho que me invitó a almorzar con su familia, me sentí emocionada por esa fraternidad incondicional de los birmanos. Sentís que su casa es tu casa, en ese lugar tan lejos y tan perdido en el corazón del antiguo mundo, y que recién le está dando la bienvenida al mundo.

lunes, 25 de julio de 2016

Vietnam: Un país guerrero y de motos locas



Vietnam nos recibió con otra patada - le comenté a Eleni. .-No tuvimos problema para entrar en el aeropuerto, pero fue como estar soñando en un paraíso hermoso (Indonesia) y luego caer y caer... y golpearte en un infierno de cemento caótico, bullicioso y gris: Bienvenidos a Hanoi, la capital vietnamita. Nos despertamos a los bocinazos y parlantes gritando en una especie de acento chino. El tráfico es una experiencia de motocross + montaña rusa: torpedos de bi rodados zumban y envuelven en una nube de humo a los obstáculos (sean caminantes, vehículos, motos en dirección contraria, cualquiercosaatravesada). Si te pasaste del camino, doblá ahora nomás a contracorriente que podés! Las demás motos se abren, tal como mar rojo con el bastón de Moisés para que pases.


Cuevas de Ha Long Bay, Hanoi, Vietnam. 

Los capitalinos son la gente más tosca que he conocido, si tenés un "pero" en la conversación, suben de tono y se molestan. Como la mayoría no habla inglés, creo que se aprovechan de eso para que te quejes con tu abuela ante algún problema.
Vista de Ha Long Bay, Hanoi, Vietnam.

Paseamos dos días por Ha Long Bay en barco, ¡es hermoso! Las cuevas invitan a dejar volar la imaginación con sus estalactitas coloridas y onduladas por la escultura de sus corrientes de agua y viento frío. El paisaje es un paraíso maravilloso, con rocas imponentes flotando en la bahía.


Hoian (y alrededores): El oasis de Vietnam

Lámparas de seda típicas de Hoian. 
La pequeña ciudad te acoge con su tranquilidad verde, bicicletas con sonrisas y los típicos Non La (sombreros de cono). Sus lámparas de seda iluminan la ciudad, y le dan aroma sus deliciosos sopones picantes a poco más de un dólar.
Orilla del río en Hoian, Vietnam.


Es un placer recorrer en bicicleta ese encanto urbano-rural, regatear en las tiendas, degustar un humeante Ho Fu (sopa con fideos de arroz, verdura y cerdo o pollo), probar qué tela te queda mejor en una sastrería y pasear por el río iluminado de noche, contemplar sus barcos y un espectáculo de figuras de colores, dibujado por las típicas lámparas. Los otros días nos aventuramos en moto por los alrededores: Templos, estatuas de mármol, verde y cuevas rocosas bordeando la playa conforman una combinación única. 
Había que aprovechar el día porque su gente vive al ritmo del sol: empiezan temprano pero se duermen temprano también. Fue el lugar que más disfrutamos en Vietnam, los vietnamitas eran todos muy amables.


El sur: el Vietnam capitalista
Ho Chi Min, el presidente comunista que mantuvo la guerra. 

Al ganar la guerra, el gobierno cambió el nombre de la ciudad

de Saigón por Ho Chi Min. Vietnam.

Parecen dos países y lo fueron, hasta la reunificación post guerra. Ho Chi Min City (HCMC o ex Saigón) es más verde que su capital; luminosa, carteles publicitarios y edificios altos y brillantes decoran las calles, transitada con moda de más variedad y color. Las motos infernales son iguales que en Hanoi (peor porque es más grande).


Curiosidades

El ideal blanco
La tez de los vietnamitas es de color bronceado terroso, pero como quieren ser blancos, van a la playa tapándose hasta la punta de los pies. Además manejan con tapabocas y pañuelos. Las mujeres vietnamitas aparecen blancas en las publicidades (no existen en la realidad) y se suele pagar para aclararse el color de la piel.




El tránsito: una experiencia para extremos. 
Oleadas de motos interminables, hacen una discoteca de bocinas y arranques estrepitosos. La bocina la tocan por las dudas. Las motos locas están en el ADN de los vietnamitas, sea grande o pequeño el lugar, manejan sin reglas. La única regla: sigue de largo y lento, ellos van a parar (funciona!)



El legado de la guerra


Fueron 20 años de bombardeos. Un ejército enemigo que entra a las villas y mata a familias enteras, torturas en masa escalofriantes, gases tóxicos como el orange hacen que Vietnam hasta hoy día engendre humanos monstruos, deficientes, deformes, manchados, sin pies, manos, ojos y patologías de comportamiento con un nivel de enfermedad que no me imaginé que pudiera existir jamás. Se te paraliza el corazón cuando ves las fotos de los destrozos, matanzas y torturas. En el Museo de la Guerra la gente lloraba. Me quedé pensando qué nos estamos haciendo como especie. Vietnam fue el anfitrión de una guerra de dos mundos, donde los países comunistas se aliaron contra Estados Unidos y sus aliados. Fue una guerra genocida, larga, que rompió todos los códigos de la guerra tradicional, una guerra sin sentido: fue un escape de odio entre dos mundos. Tanto era el odio, sumado al interés armamentil que asesinaron a los presidentes de Vietnam y EEUU, porque ambos estaban negociando una paz, tal vez demasiado temprana. La victoria de Vietnam aún huele a azufre, suena a explosivos y como saldo tiene sus recursos naturales acabados, masas de gente muerta, y humanoides engendrados sin fecha de término. 


Nos quedamos contemplando el arte del niño que tocaba piano en el Museo de la Guerra de forma maravillosa. Él no tenía ojos. Apreciamos jarrones, artesanías y cuadros, dignos de decorar una mansión de un rey, hechos por los afectados de la guerra, que viven de su arte.Creo que un país hoy es hijo de su tiempo y sus circunstancias, tal vez vi a la gente de Vietnam resistente, indomable, nada educada, incluso fiera y guerrera (en los túneles de Cu chi vimos como hombres y mujeres hacían trampas y armas con bambú, y vivían en mini túneles subterráneos).
Fue una experiencia llena de aprendizajes fuertes, quedé muy contenta de haber ido, pero no volvería.





lunes, 13 de junio de 2016

Cartas desde Asia: La isla de los corazones flotantes: Bali (Indonesia)

-De Indonesia aún tengo una impresión bien fresca que me acurruca el alma con una caricia de abuela sabia- le digo a Eleni - Es el país perfecto para ir de luna de miel, y para vivir los últimos años de la vida. 

Sin embargo la bienvenida que nos dieron en el aeropuerto no fue ni cerca de esa sensación agradable.

-Tengo que volver a Kuala Lumpur- me dijo Nicolás- el policía de migración le había dado su ultimátum y ya venía la azafata de la aerolínea a llevárselo. 
Gracias...  a que insistimos con el policía para hacer una llamada... a unos minutos milagrosos en skype... y a que los cónsules de Chile en Kuala Lumpur y de Indonesia reaccionaron rápido, pudimos pasar el año nuevo en Indonesia.

Había escuchado que Indonesia tenía un encanto exótico, hasta que entendí por qué Julia Roberts finalizó su viaje de encuentro consigo misma allí, en Ubud*. Nunca me imaginé que podia existir un lugar como éste en el mundo.


Estatuas de Dioses en un templo de Ubud, Bali, Indonesia.

El 29 llegamos a Nusa Lembongan, una isla pequeña enfrente a la isla más grande de Bali, en un barco de estudiantes. Los turistas son los justos para ser bella sin multitud cansadora, aguas turquesa, casitas únicas, con puertas de madera talladas y estatuas; con vegetación voluptuosa. Los muchachos que trabajan en la guest house son encantadores, todas las mañanas preparan unas canastitas con mini flores, arroz, una galletita y un incienso que dejan a los pies de las estatuas.
La brisa cálida y los barquitos son una pausa exquisita. Las infaltables motos locas de Asia le dan acción, no parece existir la preferencia ni la cebra, sumando que los caminos precarios y con ondulaciones grotescas de la isla erizan incluso a los temerarios.

Allí disfrutamos el año nuevo, en una playa paradisíaca y en un bar con karaoke de extranjeros, embelesados con las estrellas y los fuegos artificiales reflejados en la orilla del plácido océano nocturno.

Vista de Nusa Lenmbongan, Bali, Indonesia.

Los nombres personales

El nombre de las personas es según el orden de nacimiento en la familia: Putu (primero), Madei (segundo), Nyuman (tercero) y Catú (cuarto), y si es el quinto hijo, vuelve a ser Putu. Esta regla aplica tanto para hombres como para mujeres, acompañado de un segundo nombre y el apellido.


La cultura ancestral de Ubud: entre mar y reverde

El 1° de año partimos a Ubud (en la isla de Bali). Conocimos a un griego y su novia lituana, muy simpáticos, nos quedamos en el mismo guest house y paseamos con ellos.  El sendero emana la cultura ancestral, poblado de estatuas mitológicas, con dioses en carros alados y lienzos largos, enfrentamientos celestiales de seres con caras alegóricas, combinados con imponentes templos ornamentados.

Monumento en una calle de Ubud
La ciudad parece un jardín encantado, místico, milenario y tropical. Pensé que su placidez se debía a los festejos del día anterior, pero me equivoqué. La pequeña ciudad turística sigue viva a su ritmo y pausa.

Ubud data de una tradición milenaria donde la humanidad rinde culto a dioses naturales (es un pueblo pagano), conscientes de que la vida es un estado transitorio entre esa tradición y la eternidad. El respeto por ambos es una norma, a eso atribuyo el comportamiento humilde y armonioso de sus habitantes. El sello: las sonrisas más luminosas que he visto, miradas y gestos suaves, ausencia de tonos groseros, rudeza, y mucho menos violencia. Si bien el tránsito parece caótico, con bocinas y motos que circulan en la vereda, andando te das cuenta de que fluye con una naturalidad de río, como todo en Ubud.

Templo Madre, Ubud, Indonesia


Recorrimos su parte urbana y natural, una combinación ideal para los turistas. Recorrer la zona en moto es un placer, recuerdo las tiendas de diseños y parques de monos divertidos, el gran volcán, los arrozales, el imponente Templo Madre, un museo histórico mitológico y una cascada. Vimos como la gente local se preparaba de gala para una ceremonia. Las casas imponen su personalidad respetuosa de la tradición y los dioses, con tejas y puertas ornamentadas, estatuillas en la entrada, mucho verde y cada una con su templo adentro. En las casas y en la ciudad ves insinuaciones artísticas al amor como parte de esa armonía (ninguna me pareció burda).

Salidas que hechizan

Mis salidas en Ubud me embelesaron tanto que dos de ellas demoraron cuatro y seis horas. La gente parece andar con sus corazones flotando, derramando amabilidad. Conversaba con gente de las tiendas y restaurantes, me hechizaba con sus altas dosis de danzas y música típicas, preguntaba por artesanías típicas y me probé casi todos los vestidos de seda que encontré. Observaba sus construcciones, degustaba sus aromas gastronómicos, entraba a cada centro de yoga y masajes (Bali es el epicentro de las disciplinas de relajación), jugando con flores típicas en mi cabeza como usan las mujeres locales, indagando en el secreto de sus sonrisas luminosas y su tono de voz pacífico.

La familia dueña de la guest house es un encanto. Una noche me quedé conversando con la dueña, me decía que la gente en general se levanta bien temprano, medita o hace yoga, desayuna y hacen ofrendas de agradecimiento a sus dioses (con las canastitas que les mencione de Nusa Lembongan). Por otra parte, viven en un entorno verde, bastante lejos de la tecnología actual, con unos celulares tipo Nokia 1100, sin internet, y unas teles cuadradas con botones como control.
La familia donde nos quedamos en Ubud.

¡Qué encanto de lugar!  Todos trabajan y desde temprano, en el mercado se desviven por sacar un peso, ves pobreza y así igual mantienen esa aureola de armonía. ¡Qué dichosos!, pensé, cuánto nos falta de esa armonía en Latinoamérica, de esa paz, ese respeto por la divinidad que lleva intrínseca una humildad y respeto por el prójimo en una calma sabia de la existencia humana, con una conciencia de agradecimiento eterno por la vida diaria. Ubud es de esos lugares para reencontrarse con la esencia de uno mismo olvidada por el ajetreo moderno y hacerla florecer con vida. 

Hoy revivo esta hermosura de viaje, mirando la pintura del atardecer en Bali, una máscara típica, y el vestido de seda que no podía faltar.


* Ver película Comer, rezar, amar, con Julia Roberts como protagonista.

lunes, 18 de abril de 2016

Cartas desde Asia: El camaleón asiático que nos cambió el rumbo - Malasia

Kuala Lumpur, Malasia.

Nunca conocí a un país como a Malasia. Ni siquiera el mío lo conozco así. Desde sus comisarías, embajadas, organismos públicos y hospitales.
En Malasia conviven la modernidad y tecnología en su máxima expresión, con costumbres y leyes radicales y la religión del Islam. Las mujeres andan con vestidos largos hasta las manos y pies con velos de colores, el alcohol existe para los turistas, autos de lujo transitan en una calle caótica sin veredas! (el peatón camina como manada de selva entre los autos). 

Las otras dos culturas predominantes son India y China, por lo que están acostumbrados a convivir con gente que usa menos ropa que ellos. 

Con los novios el día de su boda.
No existe contacto físico entre desconocidos
 en los países musulmanes. 
El camaleón asiático


Si tuviera que representar al malayo con un animal, sería el camaleón. Así como el animal adquiere el color de la superficie por la que transita, pero mantiene su forma, los malayos se han sabido adaptar a su entorno y al mundo satisfaciendo sus necesidades, con una diplomacia ante la cual un ministro de Relaciones Exteriores debería sacarse el sombrero.

Se llevaron a escondidas el caucho de Brasil, lo cultivaron y lo hicieron uno de sus principales productos de exportación. Usan ropa acorde a la costumbre musulmana y a la vez hay shoppings con la máxima variedad de artículos y ropa occidental, con escotes sexys y polleras cortas (me preguntaba quien usaba esa ropa!).
La raíz de sus leyes y su cultura es india, con un toque de China, combinación que ves en las pieles de sus hijos malayos (un malayo es como una mezcla de chino e indio). 
Aromas picantes de sus platos inundan las calles con una ensalada de sabores asiáticos, donde se disfruta aspirando el vapor de sabores con la shisha1.
Malasia es un punto estratégico para el comercio marítimo regional. Un sultán en los años 1400 se convirtió al Islam, y desde ese momento Malasia resultó en el puerto estratégico de comercio del mundo árabe. La ciudad de Melaka muestra el esplendor marítimo con influencias de la era del sultanato, portuguesa e inglesa. 
La combinación en la vida malaya es tan interesante que deja al turista y al emprendedor con ganas de explorar.


Las Torres Petronas son un emblema de Kuala Lumpur. 
Por ejemplo, el cine es occidental prácticamente, sus publicidades y revistas estan pobladas de gente blanca tipo europea. La moda y los shoppings siguen el modelo capitalista. La ciudad luce vanguardista a los pies de las torres Petronas; diseño, modernidad, verde selvático, ambiente empresarial y emprendedor, color y sopor tropical.  La música malaya es un encanto. Los malayos se muestran calmos, atentos y abiertos. Su historia data de un pueblo resiliente, que sufrió mucho su independencia y guerras internas posteriores, pero eso jamás le impidió seguir adelante, con un estilo pragmático y sin mirar atrás. 


Cambio de rumbo inesperado

Malasia fue el país que nos cambió el viaje. Regresamos de Singapur, estábamos exhaustos luego de un viaje que de 4 horas en teoría, resultó en 9 horas y media. Perdimos el vuelo a India. A Nicolás le dolía mucho su pie y cojeaba. Me empecé a preocupar. Volvimos a lo de Martín, nuestro amigo uruguayo. Gracias a él y Alina (su novia) tuvimos mate, buena compañía para Navidad y ayuda para los días siguientes que se llenaron de problemas. 
Al otro día un hombre en moto me arranca la cartera. "Mis pasaportes noooo", grité. Me descuidé confiando en que estábamos en un barrio lindo y que iba a unas cuadras.  Tenía además las tarjetas de crédito, celular y dinero. Justo me pasa esto casi en las antípodas de donde vivo, en un país donde hice la denuncia en inglés y la siguiente pregunta a mi nombre fue mi religión, no entendían qué hacía sola, la gente me miraba, quién sabe si por andar descubierta o por ser alta o extranjera. Y el robo fue un viernes de tarde antes de la semana de Navidad!


Aunque lo peor no había pasado aún. Nicolás había dejado el pasaporte conmigo y tuvo que tramitar uno de emergencia. En ese momento no imaginábamos las odiseas que pasaríamos en los aeropuertos gracias a ese bendito pasaporte.

El día del robo Nicolás ya no aguantaba más el dolor del pie. La infección le había tomado la pierna completa, le dieron antibióticos inyectables y le cortaron el pie para que drenara. El doctor le dijo que si hubiera esperado para ir a la clínica uno o dos días más, la infección hubiera avanzado internamente y hubiera sido grave. 
Después de todo el destino se apiadó de nosotros e hizo que el robo nos detuviera para que Nicolás se atendiera a tiempo. Sucedió en una capital asiática relativamente pequeña, con embajadas y donde los trámites resultaban rápidos, con hospitales buenos y cercanos. Además vivía un amigo uruguayo. Dentro de las desventuras a veces los planetas se alinean.

Los trámites de salida fueron rápidos en las embajadas y engorrosos en las oficinas públicas. Yo tuve que ir a la embajada de Italia diciendo sólo "ciao", "buon giorno" y algo más, así que me mandaron a esperar a la fila de mala gana. Los pasaportes estaban listos en dos días, pero necesitábamos tramitar la visa de India de nuevo, y jueves y viernes era feriado por Navidad.
Después de intentos infructuosos donde Nicolás fue al consulado de India y yo llamé al teléfono de emergencia del consulado, nos resignamos a descartar el casamiento en India. El saree azul eléctrico que me habían hecho para la fiesta, se quedaría esperando por su dueña.


El malayo es el de la derecha.
Nótese la influencia india y china.
De dos días a dos semanas

14 días perduró nuestra estancia en Malasia. Pasamos una Navidad distinta, el ambiente navideño sólo existe en los shoppings para vender más. Para el mundo musulmán era sólo un día más. Lo lindo fue que me encontré una peluquería cosmopolita que celebraba todas las festividades religiosas y un cristiano vecino que nos invitó a misa (ver carta a mi familia en Navidad). Recreamos una cena navideña con Martín, Alina y amigos latinos.
Peleamos con taxistas que se aprovechaban para cobrarte más, con empleados públicos que nos miraban extraño, dialogamos con policías buenos y cínicos, médicos, enfermeras, gente que espera consulta médica o para hacer una denuncia policial y empleados de tiendas. Vimos los ojos de los malayos en su día a día, en su mundo cotidiano de problemas. 
Nos llevamos lo mejor y lo peor de Malasia. A pesar de que sólo conocimos Kuala Lumpur y Melaka, siento que conocí profundamente el país en dos semanas como no he conocido a otro.

Con los pasaportes en mano y deseando dejar atrás las desventuras, compramos pasajes al paraíso de Ubud, a relajarnos y disfrutar en el año nuevo. Lo mejor del viaje aún estaba por venir, pero las desventuras no nos darían descanso todavía. 


1- Es una especia de palillo con vapor de sabores que se aspira en reuniones sociales junto con las comidas.