lunes, 17 de mayo de 2010

El llanto de Morena

Una toma de la calle de la costanera de Constitución a dos meses del terremoto.

Morena contempla el fuego mientras nos habla. Su historia silencia a casi 200 personas. Su vida se había venido al piso junto con las edificaciones destruidas por el terremoto: sin su sobrino, sin su amigo, sin casa, sin trabajo. Morena sonreía amargamente cuando recordaba su vida antes del desastre. Un par de lágrimas surcaban sus mejillas y brillaban a la lumbre del fogón nocturno. Constitución era bien pintoresco, con sus casas de madera cerca de la costa y en el cerro, con pescadores y muelles de postal. La mayoría de las personas trabajaban en la fábrica del pueblo, mientras los chicos iban a la escuela y al liceo. Pero esa imagen sólo permanecía en el discurso de sus pobladores, y en la retina de Morena. Esa imagen de un pueblo sencillo, con gente trabajadora que era feliz, con jóvenes subiendo y bajando entre las casas del cerro. Ahora las escaleras están con escalones rotos, las casas destruidas y las montañas de escombros son parte del paisaje. Miedo. Morena baja la cabeza y sólo se siente el crepitar del fuego. ¿Qué será de Constitución y su gente cálida? ¿Qué será de esos niños que se quedaron sin padres y que ya no corretean felices? Qué será de esos abuelitos que perdieron sus casas, o los que aún se resisten a abandonarlas a pesar del peligro de caerse. Morena alza la mirada. Sabe que es parte de una generación azotada por un terremoto, como le toca a cinco por siglo. Su cara también nos dice que el terremoto no dejó pobres, sólo los evidenció ante nuestra vista. Evidenció la situación de América Latina, esa historia que fue mal escrita y que, como ojos tristes de injusticia, nos miran en la nuca y nos alientan a trabajar para reescribirla.

sábado, 8 de mayo de 2010

Conversa

La chica extranjera estaba en una cita con un chico chileno un poco pasado de copas.
-Es difícil salir con ustedes las extranjeras, no aceptan las reglas - le decía él.
-¿Qué reglas?
-Las reglas (cara de "es obvio").
-¿Ah sí?
-Sí, en las citas las mujer es la reina.
-Ajám.
-Debe dejar que el hombre la atienda en todo.
-Ah, entiendo... ¿y tú serías el esclavo?
-Nonononono, ¿cómo dices eso?
-Si tu me sirves y yo soy la reina, ¿tu no eres el esclavo?
-(¿?*#%)...

El chico se quedó pensando si debía reformular su teoría acerca de las citas.