lunes, 5 de septiembre de 2016

Cartas desde Asia - Espiritualidad encapsulada en sonrisas en Myanmar

Amanecer en Bagan, Myanmar. 
Cuando vi la película "The Lady", quedé tan impresionada con la historia de Myanmar (ex Burma o Birmania) que dije que seguro iría a conocerlo. La mujer a la que hace referencia la película, Aung San Suu Kyi, es la presidente actual de Myanmar, para los lugareños es una heroína que volvió a su tierra para luchar por la libertad, hipotecando así su libertad personal y su familia. Después de 40 años de dictadura, Myanmar se abre al mundo y recibe a sus turistas con una experiencia que sacude el estilo de vida al que estamos acostumbrados en occidente.

Menos es más. Nunca entendí tanto este concepto como cuando estuve en Myanmar.

Después de una noche de viaje amanecimos en Bagan, un pueblo de templos. Arrancamos en una moto eléctrica que no andaba a más de 23 km/h a ver el amanecer. Estaba muy frío y había que descalzarse sin medias en el suelo helado, pero el espectáculo a continuación era tan supremo que te olvidabas de todo lo mundano. George Orwell y otros escritores se han inspirado con el amanecer de Bagan, y no es para menos: místico, sublime, naturaleza en su máximo esplendor, como si le brindara su obra maestra a Dios. A medida que se aclara el cielo, los templos se asoman en el descampado. Los hay del tamaño de dos hectáreas, los grandes como una casa o pequeños como la cucha del perro. El mar de templos se extiende hasta el horizonte, blancos, de ladrillo y con oro, enmarcados con globos aerostáticos que sobrevuelan el cielo. Dicen que quedan 2000 de los 4000 que se construyeron. En otro amanecer el toque original fueron las nubes pintadas en un tornasol a medida, y el sol escondido las empujaba suavemente. Cada amanecer es una obra de arte diferente.

Los atardeceres también tienen su encanto nostálgico, con tonalidades naranjoamarillas que juguetean en las cúpulas de los templos hasta el ocaso. Es lindo ver procesiones de motos y bicicletas yendo a ver tal espectáculo natural, con turistas y oriundos que trepan a los templos para imbuirse en el encanto celestial. Un hecho que nos suele pasar desapercibido, en Bagán es majestuoso.


La religiosidad es fundamental en la vida de los birmanos; Buda es su divinidad: lo ves en todos los tamaños, sentados en distintas poses, acostado, sonriendo, pintado con distintas túnicas, como un amigo que te acompaña. ¡Los ves bañados y macizos en oro, nunca vi tanto oro junto en mi vida!
La gente se arrodilla en masa a rezar y dar ofrendas. En Yangón la pagoda principal es gigantesca y con templos llenos de oro. La gente se agolpa en las noches y en las mañanas como si fuera a entrar a un estadio (sin violencia), para rezar.




"¿Acá a nadie se le ocurre desprenderle la uña a un Buda?" -mi mente latina me cuestionaba tanto amor y sin viveza. Aún no conocía a los birmanos, un pueblo con una humanidad espontánea que te conmueve.

Los Birmanos. Imagínense una felicidad inmensa concentrada en una sonrisa, con un toque de inocencia, atendiéndote con el máximo agrado, conversando con placer con un desconocido. Recibes saludos y sonrisas efusivas de desconocidos. "Mingalaba, hello" escuchas de los transeúntes y a coro proveniente de los camiones llenos de gente. Definitivamente ellos le dan el mejor uso a la bocina que he visto: la bocina es para saludar.

También tienen un excelente hábito: saludar sonriendo al que se cruza, como si fuera un trueque de energía positiva. Incluso puede dar pie a una conversación. A Nico le encantó esto, saludaba con "mingalaba" a la gente y a los camiones que pasaban, conversaba con cualquiera, mientras lo miraban curiosos y le hacían bromas por su barba de papanoel negra.
Schwedagon Pagoda, la principal pagoda de Myanmar, Yangón. 


Los extranjeros son exóticos en Myanmar. Ellos suelen pedirte foto, te tocan y te abrazan porque eres muy extraño, pero bienvenido a su tierra. En un pueblo hicieron fila para sacarse una foto con nosotros. Quedamos muy impactados de ver que los birmanos se sienten contentos de saludarte, felices de servirte, agradecidos de invitarte y compartir un momento contigo. Actúan con una espontaneidad y calidez que no he visto antes, sin miedo alguno.

La vida en Bagan es bien sencilla: trabajan como agricultores, pintando y elaborando artesanías o en servicios. Para nuestros ojos occidentales son pobres: habitan en villas de madera, con un mobiliario mínimo y natural, internet es un lujo para los turistas y anda más lento que enchufar el cable del internet a la línea del teléfono, como en los inicios. Un trayecto en bus de 4 horas de carretera te lleva más del doble porque los caminos son malísimos. Llegás con la espalda y las nalgas más baqueteados que tamboril de carnaval.

Olvídate de hacer algo rápido en Myanmar, la gente aún no tiene la urgencia a la que nos acostumbramos por la tecnología. Visten unas polleras y blusas, hombres y mujeres, con chancletas de goma o gamuza (segun la ocasión) como único calzado! No existe el elegir zapatos ni andar con cámaras, carteras o accesorios. Esta sencillez la vi en la capital también.

Con Nathaniel (de camisa a cuadros) y sus hermanos.
Los niños corretean, hacen dibujos que luego venden en conversaciones muy animadas a los turistas. Me acuerdo de un chiquito que conocí el primer día en el templo Manuha: su nombre suena como Nathaniel. Creo que no he visto una sonrisa infantil tan hermosa en el mundo. Varios días después me lo vuelvo a encontrar, con todo su entusiasmo junto a sus amigos nos lleva a ver el Buda durmiente del templo.

Otro día fui a una celebración donde las familias pasaban el día entero, oraban y hacían ofrendas. El muchacho que me vendió un jugo se preocupó porque yo no había almorzado aún (eran 11.30 am) y además andaba sola, así que me invitó a almorzar con su familia. El arroz con vegetales y pollo estaba más rico que en los restaurantes.




Grandes y niños se arremangan las polleras en los templos y patean una especie de pelotas de bamboo huecas: el fútbol les gusta. Al igual que en el resto de Asia, conocen a Suárez, Messi, Neymar y Sánchez. Eso somos: Uruguay es Suárez. Esto lo sentí en todo Asia, que Suárez era como mi hermano al que todo el mundo conoce "Suareeez" o "fútbol" me dicen cuando digo que soy uruguaya, y se ríen o me preguntan si en Uruguay mordemos.

"40 años de dictadura nos han marcado", nos comentó una vez un profesor de Historia. "Pero Buda es bueno y siempre ha premiado a los buenos. Ahora tenemos libertad". El país logró su independencia y luego su democracia casi sin conflictos armados. Hoy el país es una democracia aún frágil, convive con cierres de fronteras arbitrarios, ocupaciones del ejército y una injerencia excesiva de las Fuerzas Armadas.

La despedida. Se me cayeron algunas lágrimas cuando el avión despegó de Yangón. Ni una experiencia mala vivimos, ni una. La gente más feliz del mundo es generosa con su sonrisa, su humildad y sus ganas de ayudarte. Allí no importa tu color de piel, idioma, pasaporte o tu nivel social. Tom Cruise podría quedarse allí y la gente lo trataría de forma tan amorosa como a nosotros. Eres una persona y eso es suficiente.

Qué contraste vivimos al intentar volver, vimos como en Estados Unidos en las embajadas y en migración no les importa si tenés algún problema y casi que te tratan como si fueras un vagabundo de segunda clase mientras que en Myanmar se sienten honrados de ayudarte. A qué extremos puede llegar el ser humano, y qué bueno es, cuanto más simple es su vida!

Como el viaje no podía terminar sin accidentes, Nicolás se quedó atrapado en Bangkok, porque no lo dejaban pasar por EEUU con su pasaporte de emergencia. Se demoraron en darle cita en la Embajada de Estados Unidos para pagar una visa que caducaría una vez que llegara a Chile. Una semana después volvió a Chile por Nueva Zelanda.

Fue hermoso terminar el viaje en Myanmar y ver un lugar con tanta pureza humana, tan espiritual, tan feliz y desinteresado. Allí me sentí la amiga de Nathaniel, la hermana del muchacho que me invitó a almorzar con su familia, me sentí emocionada por esa fraternidad incondicional de los birmanos. Sentís que su casa es tu casa, en ese lugar tan lejos y tan perdido en el corazón del antiguo mundo, y que recién le está dando la bienvenida al mundo.

lunes, 25 de julio de 2016

Vietnam: Un país guerrero y de motos locas



Vietnam nos recibió con otra patada - le comenté a Eleni. .-No tuvimos problema para entrar en el aeropuerto, pero fue como estar soñando en un paraíso hermoso (Indonesia) y luego caer y caer... y golpearte en un infierno de cemento caótico, bullicioso y gris: Bienvenidos a Hanoi, la capital vietnamita. Nos despertamos a los bocinazos y parlantes gritando en una especie de acento chino. El tráfico es una experiencia de motocross + montaña rusa: torpedos de bi rodados zumban y envuelven en una nube de humo a los obstáculos (sean caminantes, vehículos, motos en dirección contraria, cualquiercosaatravesada). Si te pasaste del camino, doblá ahora nomás a contracorriente que podés! Las demás motos se abren, tal como mar rojo con el bastón de Moisés para que pases.


Cuevas de Ha Long Bay, Hanoi, Vietnam. 

Los capitalinos son la gente más tosca que he conocido, si tenés un "pero" en la conversación, suben de tono y se molestan. Como la mayoría no habla inglés, creo que se aprovechan de eso para que te quejes con tu abuela ante algún problema.
Vista de Ha Long Bay, Hanoi, Vietnam.

Paseamos dos días por Ha Long Bay en barco, ¡es hermoso! Las cuevas invitan a dejar volar la imaginación con sus estalactitas coloridas y onduladas por la escultura de sus corrientes de agua y viento frío. El paisaje es un paraíso maravilloso, con rocas imponentes flotando en la bahía.


Hoian (y alrededores): El oasis de Vietnam

Lámparas de seda típicas de Hoian. 
La pequeña ciudad te acoge con su tranquilidad verde, bicicletas con sonrisas y los típicos Non La (sombreros de cono). Sus lámparas de seda iluminan la ciudad, y le dan aroma sus deliciosos sopones picantes a poco más de un dólar.
Orilla del río en Hoian, Vietnam.


Es un placer recorrer en bicicleta ese encanto urbano-rural, regatear en las tiendas, degustar un humeante Ho Fu (sopa con fideos de arroz, verdura y cerdo o pollo), probar qué tela te queda mejor en una sastrería y pasear por el río iluminado de noche, contemplar sus barcos y un espectáculo de figuras de colores, dibujado por las típicas lámparas. Los otros días nos aventuramos en moto por los alrededores: Templos, estatuas de mármol, verde y cuevas rocosas bordeando la playa conforman una combinación única. 
Había que aprovechar el día porque su gente vive al ritmo del sol: empiezan temprano pero se duermen temprano también. Fue el lugar que más disfrutamos en Vietnam, los vietnamitas eran todos muy amables.


El sur: el Vietnam capitalista
Ho Chi Min, el presidente comunista que mantuvo la guerra. 

Al ganar la guerra, el gobierno cambió el nombre de la ciudad

de Saigón por Ho Chi Min. Vietnam.

Parecen dos países y lo fueron, hasta la reunificación post guerra. Ho Chi Min City (HCMC o ex Saigón) es más verde que su capital; luminosa, carteles publicitarios y edificios altos y brillantes decoran las calles, transitada con moda de más variedad y color. Las motos infernales son iguales que en Hanoi (peor porque es más grande).


Curiosidades

El ideal blanco
La tez de los vietnamitas es de color bronceado terroso, pero como quieren ser blancos, van a la playa tapándose hasta la punta de los pies. Además manejan con tapabocas y pañuelos. Las mujeres vietnamitas aparecen blancas en las publicidades (no existen en la realidad) y se suele pagar para aclararse el color de la piel.




El tránsito: una experiencia para extremos. 
Oleadas de motos interminables, hacen una discoteca de bocinas y arranques estrepitosos. La bocina la tocan por las dudas. Las motos locas están en el ADN de los vietnamitas, sea grande o pequeño el lugar, manejan sin reglas. La única regla: sigue de largo y lento, ellos van a parar (funciona!)



El legado de la guerra


Fueron 20 años de bombardeos. Un ejército enemigo que entra a las villas y mata a familias enteras, torturas en masa escalofriantes, gases tóxicos como el orange hacen que Vietnam hasta hoy día engendre humanos monstruos, deficientes, deformes, manchados, sin pies, manos, ojos y patologías de comportamiento con un nivel de enfermedad que no me imaginé que pudiera existir jamás. Se te paraliza el corazón cuando ves las fotos de los destrozos, matanzas y torturas. En el Museo de la Guerra la gente lloraba. Me quedé pensando qué nos estamos haciendo como especie. Vietnam fue el anfitrión de una guerra de dos mundos, donde los países comunistas se aliaron contra Estados Unidos y sus aliados. Fue una guerra genocida, larga, que rompió todos los códigos de la guerra tradicional, una guerra sin sentido: fue un escape de odio entre dos mundos. Tanto era el odio, sumado al interés armamentil que asesinaron a los presidentes de Vietnam y EEUU, porque ambos estaban negociando una paz, tal vez demasiado temprana. La victoria de Vietnam aún huele a azufre, suena a explosivos y como saldo tiene sus recursos naturales acabados, masas de gente muerta, y humanoides engendrados sin fecha de término. 


Nos quedamos contemplando el arte del niño que tocaba piano en el Museo de la Guerra de forma maravillosa. Él no tenía ojos. Apreciamos jarrones, artesanías y cuadros, dignos de decorar una mansión de un rey, hechos por los afectados de la guerra, que viven de su arte.Creo que un país hoy es hijo de su tiempo y sus circunstancias, tal vez vi a la gente de Vietnam resistente, indomable, nada educada, incluso fiera y guerrera (en los túneles de Cu chi vimos como hombres y mujeres hacían trampas y armas con bambú, y vivían en mini túneles subterráneos).
Fue una experiencia llena de aprendizajes fuertes, quedé muy contenta de haber ido, pero no volvería.





lunes, 13 de junio de 2016

Cartas desde Asia: La isla de los corazones flotantes: Bali (Indonesia)

-De Indonesia aún tengo una impresión bien fresca que me acurruca el alma con una caricia de abuela sabia- le digo a Eleni - Es el país perfecto para ir de luna de miel, y para vivir los últimos años de la vida. 

Sin embargo la bienvenida que nos dieron en el aeropuerto no fue ni cerca de esa sensación agradable.

-Tengo que volver a Kuala Lumpur- me dijo Nicolás- el policía de migración le había dado su ultimátum y ya venía la azafata de la aerolínea a llevárselo. 
Gracias...  a que insistimos con el policía para hacer una llamada... a unos minutos milagrosos en skype... y a que los cónsules de Chile en Kuala Lumpur y de Indonesia reaccionaron rápido, pudimos pasar el año nuevo en Indonesia.

Había escuchado que Indonesia tenía un encanto exótico, hasta que entendí por qué Julia Roberts finalizó su viaje de encuentro consigo misma allí, en Ubud*. Nunca me imaginé que podia existir un lugar como éste en el mundo.


Estatuas de Dioses en un templo de Ubud, Bali, Indonesia.

El 29 llegamos a Nusa Lembongan, una isla pequeña enfrente a la isla más grande de Bali, en un barco de estudiantes. Los turistas son los justos para ser bella sin multitud cansadora, aguas turquesa, casitas únicas, con puertas de madera talladas y estatuas; con vegetación voluptuosa. Los muchachos que trabajan en la guest house son encantadores, todas las mañanas preparan unas canastitas con mini flores, arroz, una galletita y un incienso que dejan a los pies de las estatuas.
La brisa cálida y los barquitos son una pausa exquisita. Las infaltables motos locas de Asia le dan acción, no parece existir la preferencia ni la cebra, sumando que los caminos precarios y con ondulaciones grotescas de la isla erizan incluso a los temerarios.

Allí disfrutamos el año nuevo, en una playa paradisíaca y en un bar con karaoke de extranjeros, embelesados con las estrellas y los fuegos artificiales reflejados en la orilla del plácido océano nocturno.

Vista de Nusa Lenmbongan, Bali, Indonesia.

Los nombres personales

El nombre de las personas es según el orden de nacimiento en la familia: Putu (primero), Madei (segundo), Nyuman (tercero) y Catú (cuarto), y si es el quinto hijo, vuelve a ser Putu. Esta regla aplica tanto para hombres como para mujeres, acompañado de un segundo nombre y el apellido.


La cultura ancestral de Ubud: entre mar y reverde

El 1° de año partimos a Ubud (en la isla de Bali). Conocimos a un griego y su novia lituana, muy simpáticos, nos quedamos en el mismo guest house y paseamos con ellos.  El sendero emana la cultura ancestral, poblado de estatuas mitológicas, con dioses en carros alados y lienzos largos, enfrentamientos celestiales de seres con caras alegóricas, combinados con imponentes templos ornamentados.

Monumento en una calle de Ubud
La ciudad parece un jardín encantado, místico, milenario y tropical. Pensé que su placidez se debía a los festejos del día anterior, pero me equivoqué. La pequeña ciudad turística sigue viva a su ritmo y pausa.

Ubud data de una tradición milenaria donde la humanidad rinde culto a dioses naturales (es un pueblo pagano), conscientes de que la vida es un estado transitorio entre esa tradición y la eternidad. El respeto por ambos es una norma, a eso atribuyo el comportamiento humilde y armonioso de sus habitantes. El sello: las sonrisas más luminosas que he visto, miradas y gestos suaves, ausencia de tonos groseros, rudeza, y mucho menos violencia. Si bien el tránsito parece caótico, con bocinas y motos que circulan en la vereda, andando te das cuenta de que fluye con una naturalidad de río, como todo en Ubud.

Templo Madre, Ubud, Indonesia


Recorrimos su parte urbana y natural, una combinación ideal para los turistas. Recorrer la zona en moto es un placer, recuerdo las tiendas de diseños y parques de monos divertidos, el gran volcán, los arrozales, el imponente Templo Madre, un museo histórico mitológico y una cascada. Vimos como la gente local se preparaba de gala para una ceremonia. Las casas imponen su personalidad respetuosa de la tradición y los dioses, con tejas y puertas ornamentadas, estatuillas en la entrada, mucho verde y cada una con su templo adentro. En las casas y en la ciudad ves insinuaciones artísticas al amor como parte de esa armonía (ninguna me pareció burda).

Salidas que hechizan

Mis salidas en Ubud me embelesaron tanto que dos de ellas demoraron cuatro y seis horas. La gente parece andar con sus corazones flotando, derramando amabilidad. Conversaba con gente de las tiendas y restaurantes, me hechizaba con sus altas dosis de danzas y música típicas, preguntaba por artesanías típicas y me probé casi todos los vestidos de seda que encontré. Observaba sus construcciones, degustaba sus aromas gastronómicos, entraba a cada centro de yoga y masajes (Bali es el epicentro de las disciplinas de relajación), jugando con flores típicas en mi cabeza como usan las mujeres locales, indagando en el secreto de sus sonrisas luminosas y su tono de voz pacífico.

La familia dueña de la guest house es un encanto. Una noche me quedé conversando con la dueña, me decía que la gente en general se levanta bien temprano, medita o hace yoga, desayuna y hacen ofrendas de agradecimiento a sus dioses (con las canastitas que les mencione de Nusa Lembongan). Por otra parte, viven en un entorno verde, bastante lejos de la tecnología actual, con unos celulares tipo Nokia 1100, sin internet, y unas teles cuadradas con botones como control.
La familia donde nos quedamos en Ubud.

¡Qué encanto de lugar!  Todos trabajan y desde temprano, en el mercado se desviven por sacar un peso, ves pobreza y así igual mantienen esa aureola de armonía. ¡Qué dichosos!, pensé, cuánto nos falta de esa armonía en Latinoamérica, de esa paz, ese respeto por la divinidad que lleva intrínseca una humildad y respeto por el prójimo en una calma sabia de la existencia humana, con una conciencia de agradecimiento eterno por la vida diaria. Ubud es de esos lugares para reencontrarse con la esencia de uno mismo olvidada por el ajetreo moderno y hacerla florecer con vida. 

Hoy revivo esta hermosura de viaje, mirando la pintura del atardecer en Bali, una máscara típica, y el vestido de seda que no podía faltar.


* Ver película Comer, rezar, amar, con Julia Roberts como protagonista.

lunes, 18 de abril de 2016

Cartas desde Asia: El camaleón asiático que nos cambió el rumbo - Malasia

Kuala Lumpur, Malasia.

Nunca conocí a un país como a Malasia. Ni siquiera el mío lo conozco así. Desde sus comisarías, embajadas, organismos públicos y hospitales.
En Malasia conviven la modernidad y tecnología en su máxima expresión, con costumbres y leyes radicales y la religión del Islam. Las mujeres andan con vestidos largos hasta las manos y pies con velos de colores, el alcohol existe para los turistas, autos de lujo transitan en una calle caótica sin veredas! (el peatón camina como manada de selva entre los autos). 

Las otras dos culturas predominantes son India y China, por lo que están acostumbrados a convivir con gente que usa menos ropa que ellos. 

Con los novios el día de su boda.
No existe contacto físico entre desconocidos
 en los países musulmanes. 
El camaleón asiático


Si tuviera que representar al malayo con un animal, sería el camaleón. Así como el animal adquiere el color de la superficie por la que transita, pero mantiene su forma, los malayos se han sabido adaptar a su entorno y al mundo satisfaciendo sus necesidades, con una diplomacia ante la cual un ministro de Relaciones Exteriores debería sacarse el sombrero.

Se llevaron a escondidas el caucho de Brasil, lo cultivaron y lo hicieron uno de sus principales productos de exportación. Usan ropa acorde a la costumbre musulmana y a la vez hay shoppings con la máxima variedad de artículos y ropa occidental, con escotes sexys y polleras cortas (me preguntaba quien usaba esa ropa!).
La raíz de sus leyes y su cultura es india, con un toque de China, combinación que ves en las pieles de sus hijos malayos (un malayo es como una mezcla de chino e indio). 
Aromas picantes de sus platos inundan las calles con una ensalada de sabores asiáticos, donde se disfruta aspirando el vapor de sabores con la shisha1.
Malasia es un punto estratégico para el comercio marítimo regional. Un sultán en los años 1400 se convirtió al Islam, y desde ese momento Malasia resultó en el puerto estratégico de comercio del mundo árabe. La ciudad de Melaka muestra el esplendor marítimo con influencias de la era del sultanato, portuguesa e inglesa. 
La combinación en la vida malaya es tan interesante que deja al turista y al emprendedor con ganas de explorar.


Las Torres Petronas son un emblema de Kuala Lumpur. 
Por ejemplo, el cine es occidental prácticamente, sus publicidades y revistas estan pobladas de gente blanca tipo europea. La moda y los shoppings siguen el modelo capitalista. La ciudad luce vanguardista a los pies de las torres Petronas; diseño, modernidad, verde selvático, ambiente empresarial y emprendedor, color y sopor tropical.  La música malaya es un encanto. Los malayos se muestran calmos, atentos y abiertos. Su historia data de un pueblo resiliente, que sufrió mucho su independencia y guerras internas posteriores, pero eso jamás le impidió seguir adelante, con un estilo pragmático y sin mirar atrás. 


Cambio de rumbo inesperado

Malasia fue el país que nos cambió el viaje. Regresamos de Singapur, estábamos exhaustos luego de un viaje que de 4 horas en teoría, resultó en 9 horas y media. Perdimos el vuelo a India. A Nicolás le dolía mucho su pie y cojeaba. Me empecé a preocupar. Volvimos a lo de Martín, nuestro amigo uruguayo. Gracias a él y Alina (su novia) tuvimos mate, buena compañía para Navidad y ayuda para los días siguientes que se llenaron de problemas. 
Al otro día un hombre en moto me arranca la cartera. "Mis pasaportes noooo", grité. Me descuidé confiando en que estábamos en un barrio lindo y que iba a unas cuadras.  Tenía además las tarjetas de crédito, celular y dinero. Justo me pasa esto casi en las antípodas de donde vivo, en un país donde hice la denuncia en inglés y la siguiente pregunta a mi nombre fue mi religión, no entendían qué hacía sola, la gente me miraba, quién sabe si por andar descubierta o por ser alta o extranjera. Y el robo fue un viernes de tarde antes de la semana de Navidad!


Aunque lo peor no había pasado aún. Nicolás había dejado el pasaporte conmigo y tuvo que tramitar uno de emergencia. En ese momento no imaginábamos las odiseas que pasaríamos en los aeropuertos gracias a ese bendito pasaporte.

El día del robo Nicolás ya no aguantaba más el dolor del pie. La infección le había tomado la pierna completa, le dieron antibióticos inyectables y le cortaron el pie para que drenara. El doctor le dijo que si hubiera esperado para ir a la clínica uno o dos días más, la infección hubiera avanzado internamente y hubiera sido grave. 
Después de todo el destino se apiadó de nosotros e hizo que el robo nos detuviera para que Nicolás se atendiera a tiempo. Sucedió en una capital asiática relativamente pequeña, con embajadas y donde los trámites resultaban rápidos, con hospitales buenos y cercanos. Además vivía un amigo uruguayo. Dentro de las desventuras a veces los planetas se alinean.

Los trámites de salida fueron rápidos en las embajadas y engorrosos en las oficinas públicas. Yo tuve que ir a la embajada de Italia diciendo sólo "ciao", "buon giorno" y algo más, así que me mandaron a esperar a la fila de mala gana. Los pasaportes estaban listos en dos días, pero necesitábamos tramitar la visa de India de nuevo, y jueves y viernes era feriado por Navidad.
Después de intentos infructuosos donde Nicolás fue al consulado de India y yo llamé al teléfono de emergencia del consulado, nos resignamos a descartar el casamiento en India. El saree azul eléctrico que me habían hecho para la fiesta, se quedaría esperando por su dueña.


El malayo es el de la derecha.
Nótese la influencia india y china.
De dos días a dos semanas

14 días perduró nuestra estancia en Malasia. Pasamos una Navidad distinta, el ambiente navideño sólo existe en los shoppings para vender más. Para el mundo musulmán era sólo un día más. Lo lindo fue que me encontré una peluquería cosmopolita que celebraba todas las festividades religiosas y un cristiano vecino que nos invitó a misa (ver carta a mi familia en Navidad). Recreamos una cena navideña con Martín, Alina y amigos latinos.
Peleamos con taxistas que se aprovechaban para cobrarte más, con empleados públicos que nos miraban extraño, dialogamos con policías buenos y cínicos, médicos, enfermeras, gente que espera consulta médica o para hacer una denuncia policial y empleados de tiendas. Vimos los ojos de los malayos en su día a día, en su mundo cotidiano de problemas. 
Nos llevamos lo mejor y lo peor de Malasia. A pesar de que sólo conocimos Kuala Lumpur y Melaka, siento que conocí profundamente el país en dos semanas como no he conocido a otro.

Con los pasaportes en mano y deseando dejar atrás las desventuras, compramos pasajes al paraíso de Ubud, a relajarnos y disfrutar en el año nuevo. Lo mejor del viaje aún estaba por venir, pero las desventuras no nos darían descanso todavía. 


1- Es una especia de palillo con vapor de sabores que se aspira en reuniones sociales junto con las comidas. 

lunes, 7 de marzo de 2016

Cartas desde Asia: el diamante asiático de Singapur



Singapur, el orden de la joya asiática 

Orden, progreso, armonía en un entorno de vegetación exuberante y humedad. Uno siente un escalofrío al irrumpir en ese perfectismo hierático y luminoso que exhala la ciudad-estado, especialmente si ya pasó tiempo en Asia. Oficiales muy respetuosos nos dan la bienvenida: nos entregan la visa con un aviso de que el tráfico y el consumo de drogas se penalizan con la muerte en el país. Me pregunto cómo en sólo 50 años lograron crear un país tan hermoso, sin pobreza, con uno de los PBI per cápita más altos del mundo, próspero, y sin tener recursos naturales... sólo en 50 años. Singapur era un pantano tropical cuando se separó de Malasia en 1965.

Singapur es una mezcla de capitalismo y comunismo perfecta: tiene construcciones ostentosas, mezcla de oriente y occidente, chorrea extravagancia. Exhala su amor a la abundancia de dinero con una apertura comercial y su fuerte inversión en creación de empresas para que se genere trabajo. Sus políticas de bien común y armonía social son un ejemplo para el mundo, pensando en el largo plazo, con prohibiciones en pos del progreso y bien común. Inteligencia, prolijidad, cero multitud, es como un elixir exótico en frasco pequeño. Escalofriante y seductor a la vez, me generó sentimientos de admiración y miedo, y ganas de conocerlo en profundidad. Estas son algunas características que aprecié del país:

El orden y las leyes más estrictas del mundo. Existe pena de muerte, además de prohibiciones y altas multas por tirar basura, fumar en lugares cerrados, comer chicle, cruzar con luz roja, rayar paredes entre otras acciones. Los ciudadanos tienen un sentimiento de propiedad tal que es usual denunciar un comportamiento que daña el bien común. A nivel empresa, también una evasión o irregularidad es altamente penalizada, y un residente me dijo que la educación y la cultura están fuertemente controladas.

"El gobierno es mucho más inteligente que la gente", me dijo un japonés residente en Singapur. Existen 3 pilares del Gobierno: generar ingresos, lograr una armonía social y actuar en el largo plazo. De una u otra manera, lo que ejecuta el gobierno debe encajar en uno o más de esos pilares sin perjudicar a los otros. No existen sindicatos ni grupos de presión, el gobierno es elegido y realmente gobierna para que cada uno de los habitantes esté bien y controla a las empresas para que no haya abusos. El país vive de la exportación y tiene universidades de muy buen nivel. Además, el gobierno da el 100% adicional del dinero que el inversor invierte en el país (cumpliendo ciertas condiciones), esto es, si pones 100, el Gobierno te da 100 y tu capital en el país es de 200. No existen regiones o algún tipo de subdivisión geográfica, es una ciudad estado. Esto facilita la rapidez, transparencia y que no exista corrupción con una población de 3,5 millones nativos! No pude evitar pensar, ¿qué nos falta para tener tanta eficiencia y bienestar en Uruguay? simplificar la estructura gubernamental es una excelente idea!
Parece que la mayoría de los ciudadanos de Singapur están contentos y el partido actual arrasa en las elecciones.

Caminé por el lago, el edificio con forma de barco, me quedé boquiabierta por el show de luces nocturno, exploré Gardens by the Bay (los arboles futuristas), los autos de lujo y la extravagancia marcan la estampa del tigre asiático. Los colores y diseños visten de elegancia a su gente, dejan maravillado al turista, que puede caminar solo, sintiéndose seguro, aunque no haya policías en la calle (no ves ni un policía!). Existe cero  posibilidad de irrumpir en esta perfección.

Los singapurenses. Me pasó que me quedé sin dólares de Singapur, y como estaba lejos de una casa de cambio, me acerqué a la boletería del metro. 
-Te puedo prestar dinero si vuelves a la estación - me dijo el muchacho de la boletería -. De dónde eres?
-De Uruguay.
-Suareeeez - me dijo sonriendo. -Uruguay es muy familiar para mí, iré algún día. 
-¡Genial!, entonces ¿me ayudas? 

Lo invité a un asado ya que me cambió dólares de Singapur por dólares americanos, sin dudar, chequear el precio o estar seguro de que eran billetes válidos. Después me tomé un taxi, que me llevó y me dijo que cambiara dinero en el destino mientras él me esperaba. Paró el contador de fichas apenas llegó, para no cobrarme por la espera. Cada singapurense que me encontré era muy servicial, dispuesto a ayudar, como si jamás esperara engaño. Parecían descolocados cuando veían que alguien se salía del sistema. Como no hay espacio para la maldad, entonces las personas no piensan que vas a actuar de forma dañina. 

Singapur me dejó pensando, ¿qué es una sociedad progresista?, ¿qué es un buen sistema y uno malo? Siempre estuve en desacuerdo con los gobiernos autoritarios, pero después de ver esta sociedad, donde las personas parecen buenas y no tienen necesidad de robar, pienso: ¡Cuánto tenemos que aprender los latinos de Singapur!, en eficiencia, orden, en mirar para adelante y ser efectivos en el bien común, evitando la violencia, el egoísmo y las desigualdades.

El miércoles me fui a la oficina de Linkedin regional, sin una reunión agendada. En la recepción del edificio  trataban de ayudarme pero yo no tenía permiso. Al final con mucha simpatía y bien vestida logré saltarme el sistema y sacarme unas fotos en la oficina! Es genial, tiene un estilo desestructurado y divertido como Google, con comida gratis, gimnasio, juegos y es muy linda. 

En la casa de Martín, nuestro amigo uruguayo que visitamos en Malasia, vive una india muy simpática que alquila un dormitorio, nos convidó con delicias que cocina y nos dio buenos tips para India. Ella reside en Singapur y está un poco cansada de vivir en un país "sin alma" según ella, así que le hable de los encantos de Latinoamérica, su vida nocturna y gente divertida. Quedó muy entusiasmada para ir. 

El viaje a Malasia empezó con accidentes, perdimos el primer bus, había un tráfico kilométrico en la aduana y demoramos 9 hs (usualmente se demora 6), así que perdimos el vuelo a India. Nicolás cada vez cojea más y tiene el pie hinchado, me está preocupando. Las aventuras marchan de forma maravillosa, las desventuras recién comienzan. 

Les iré contando lo que pasó en Malasia, donde la estadía planeada era de dos días, pero duró dos semanas.



domingo, 21 de febrero de 2016

Cartas desde Asia - Primeras impresiones y Ko Phi Phi Island, Tailandia

-Nicolás está aún en Bangkok, retenido sin poder viajar de vuelta a casa - le contaba a Marta y a Eleni, que miraban incrédulas.
-Jamás me imaginé ese final - dijo Marta con cara de asombro y no aguantando la risa, luego de las anécdotas de un viaje exótico lleno de aventuras y desventuras.
-Está haciendo los trámites para volverse.

Un desvío del destino hizo que disfrutáramos un viaje con experiencias y aprendizajes imborrables, con un pasaporte de emergencia generador de problemas que los cónsules no conocían. La idea era ir a un casamiento en India al que nunca llegamos. Una moto, médicos, policías, migraciones y platos sin carne se interpusieron en el camino. Pero vayamos desde el principio. Les voy a mostrar las cartas que escribí en viaje.


Primeras impresiones de Asia - Ko Phi Phi Island

Ko Phi Phi, Tailandia.
Estamos volviendo en barco a Krabi, pasamos divino. Ko Phi phi es una isla Paradisíaca con mayúscula: paisajes hermosos, calor de sauna, agua cristalina, vegetación tropical, locales con luces y mesitas en la playa y tiendas vendiendo de todo. Allí está Maya Bay, donde se filmó la película “La Playa”, con Leonardo Di Caprio. Y en la película no se ve ni la mitad de lo impactante de las bahías en combinaciones turquesas, corales y peces de colores estridentes. Lo malo es que hoy es un destino saturado de gente. Nos encontramos personas amorosas, y otras cansadas del turismo loco y ruidoso que se agolpa en sus calles como zombies, que explotan enfiestados el lugar en sus vacaciones.

Una mujer que me llamó la atención es Lily, la dueña del bote con la que paseamos ayer, le dijo a Nico que era el tipo más cálido que había conocido, y nos ayudó a conseguir pasajes más baratos para Malasia. Ella es admirable, una mujer que lleva su negocio con mucho entusiasmo y energía, habla con todo el mundo, cinco idiomas, se hizo una clientela grande de Israel y preguntan por ella. Le dije que quería aprender de ella para hacer negocios por su proceder: se hace amiga de los clientes, es divertidísima, cuenta historias, te dice para tomar algo, cenar y te ayuda en todo lo que puede, diseña una experiencia completa muy buena y cuando vos la disfrutaste tanto, te cobra al final, cuando ya sentís que es tu amiga. Hasta nos hizo alimentar a los monos de la Isla y los peces!



Por otro lado, el dueño de la posada es un mala onda, cínico e irrespetuoso, se ríe de los turistas y nos dice algo en Thai que estoy segura de que no es nada bueno. Le hice lo mismo una vez pero con un "la concha de tu madre" con una sonrisa simpática. El único que aguantó la risa fue Nicolás así que nadie entendió.

Me encontré con un uruguayo, un brasilero y un argentino en la posada, y nos invitaron a la junta de latinos del hostal. En este lado del mundo encontrar a latinos es como encontrar a los amigos de la Universidad, y encontrar a un uruguayo es como un hermano, y a un argentino también! Jaja, es que somos tan iguales viéndolo en una perspectiva mundial (esto es sólo entre nosotros, no comentar con argentinos). Una pequeña diferencia que vi es que los argentinos tienen comportamiento de manada: viajan juntos, juegan al fútbol, se meten al agua juntos, caminan en grupo anunciándose a los demás con un escándalo.

Tailandeses, birmanos, musulmanes, judíos, europeos, brasileros, hijabs, quipás, chinitas con cara pintada de blanco, con shorts y musculosas, todos en el mismo bote. Los niños juegan juntos y le hablan a los turistas en su idioma. Recién estuve conversando con un chiquito musulmán, el no entiende inglés, menos español, pero nos comunicamos bien y el chico vuelve a cada rato. Me mostró un video musical y me dejó el celular de su madre para salir a jugar, que luego tuve que devolverle a ella.

Aeropuerto de Bangkok, Tailandia.
Me pregunto cuándo perdimos esta capacidad de confiar y entablar comunicación con cualquiera, sin miedos, sin intereses, sin barreras. Al final los adultos de todos las culturas nos sonreímos y rompemos el hielo porque los niños inician una comunicación espontánea, si no fuera por ellos, cada uno está inmerso en su mundo.

De Asia la primera impresión que tuvimos fue de multitud, filas interminables, cantidades en masa de productos para vender, caos, y iPhone 6! Hasta los monjes tienen el suyo! Sí, esos que andan pelados y sólo visten una túnica. Le pedí a uno para sacarme una foto con ellos.
Imagínense el aeropuerto de Hong Kong, 350 puertas!!! Estuvimos media hora caminando para tomar el próximo avión. Bangkok es más grande y caótico aún.

Saben, Uruguay ya no es tan desconocido por estos lados, todos parecen conocer a Luis Suárez: los muchachos que conducían el bote dijeron “Suárez” e hicieron ademán de morder cuando les mencioné que soy de Uruguay.

Bueno queridos, el barco recién llegó a Krabi. Hasta ahora marcha todo divino, sólo tuve un pequeño percance: llegué con una pequeña infección y Nicolás tiene el pie con unos cortes.

Se vienen más aventuras que les iré contando.