sábado, 3 de septiembre de 2011

Devolver la mano

Gabriel me hizo acordar por qué es que estamos viviendo acá en Antofagasta - dice Ana.  Es difícil estar pendiente de ella, vestirla día a día, prepararle la comida. Su memoria dejó escapar vivencias, pasa más tiempo acurrucada en la cama y el sillón, con sus miembros frágiles sin las energías de antaño. Recuerdo a esa mujer de carácter impetuoso y adorable, que acompañó mis pasos infantiles y adolescentes, con ternura y sabiduría. Mi madre trabajaba todo el día, por eso la abuela era mi cómplice. "Abuelita, tiré el tarro de azúcar", le decía yo con mi mejor cara de culpabilidad infantil. "No pasa nada  mi niña, mamá no se enterará", solía decirme con picardía mientras se apresuraba a arreglar el desastre. Así con la comida, con mis tareas, con mis salidas, ella me aconsejaba, me escuchaba, me enseñaba las lecciones de la vida. Ella me cuidaba siempre de los hombres, incluso hasta de los de mi familia. Ella me crió. Ahora todo tiene sentido para mí: por qué ella era tan buena moza, tuvo sus hijos, padeció un cáncer al útero joven y fue tan desconfiada con los hombres. Enviudó joven y nunca rehizo su vida con otro hombre. Debe haber sido difícil  para la abuela, vivir con el infierno de haber sido violada desde los cinco a los diez años por un tío, con su madre ausente, y que su  propia abuela le echara la culpa del suceso por ser "demasiado coqueta". Ella se aseguró de que su familia nunca viviría esos tormentos, y le daría una vida de dulzura a sus nietos.
Ahora ya no sale, no se viste coqueta, ni conoce muchachos, como  me dice que lo hace. Ahora camina lento. "Me hice pipí" me dice, como una nena traviesa. "No pasa nada abuelita, mamá no se enterará", y la cambio mientras nos reimos las dos. Así hoy soy su cómplice, la ayudo a cambiarse los pañales y comparto sus últimas travesuras, con el mismo cariño, mientras va alejándose de este mundo y se acerca más a Dios.

Este es un homenaje a una amiga y a su abuela, junto con este tema del uruguayo Pablo Estramín.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ayyy Natillita...estoy lagrimeando.Trasmites la alegría y el dolor de una vida que se apaga,iluminada por sus afectos.Resumes la condición femenina,en épocas y lugares en que la mujer fue y es todavía maltratada.cbg

Anónimo dijo...

Se eriza la piel, cuesta encontrar palabras y un sentimiento de admiración nos va invadiendo a medida que nos interiorizamos del amor de esa mujer por encima de todo su sufrimiento. Un ejemplo de vida, una heroína. RH.