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Panorámica de Puertecillo (VI Región, Chile). Foto: Sergio García. |
-Viví acá toda la vida - me dice Pablo. Él es un hombre rústico, de rasgos toscos, largo pelo negro enmarañado y manos un poco duras de sal de mar y espinas de pescados.
En Puertecillo se pueden escuchar las melodías de la naturaleza. A ojos cerrados el sonido llena el alma sin necesidad de otra música. Grillos, chicharras, viento, mar rugiente, arboles batiéndose sobre la arena frizada, frío nocturno intenso filtrándose en mi rostro. Respiro. Paz etérea.
Cerros dibujados con mistura de caminos arbolados silvestres, diferentes formas verdes, abrazados por caracolas y perfumados con la sal del mar resiliente. Esa playa de pescadores regala al turista que pisa sus arenas la ilusión de sentirse dueño de ella. Aunque sea por unas horas. Es la sensación de alejarse de la contaminación humana, de ser interrumpido en esa rusticidad encantadora sin tiempo. De sentirse uno mismo.
-Este es mi proyecto de vida- agrega Pablo. -No tenemos señal de teléfono aquí. El pescador no conoce el estrés, ni el tiempo limitado, ni los peligros urbanos.
-Mi esposa se vino de Santiago a vivir acá y tenemos nuestra hija- dice. -Aquí nací y aquí quiero morir.
Y caminó descalzo a desayunar con sus padres.
Y caminó descalzo a desayunar con sus padres.