A veces desearía que los seres humanos fuésemos más sencillos;
para entendernos mejor,
para decir lo que pensamos de frente,
para no tener necesidades innecesarias,
para querernos en vez de odiarnos.
Si los seres humanos fuésemos más sencillos,
trabajaríamos juntos para mejorar el mundo, más allá de las diferencias y de nuestros egos,
nos comunicaríamos mejor, sin necesidad de tanto aparatejo
leeríamos más, escucharíamos buena música y tomaríamos menos pastillas tranquilizantes.
leeríamos más, escucharíamos buena música y tomaríamos menos pastillas tranquilizantes.
Seríamos más sabios y respetaríamos a la naturaleza,
escucharíamos a los niños, que ellos son los únicos sabios de este planeta.
Pero por el sólo hecho de ser humanos, somos complicados,
queremos liberarnos de esa cuerda a la que agregamos un nudo día a día.
Corremos orientados por ese progreso que no tenemos idea que significa.
Corremos orientados por ese progreso que no tenemos idea que significa.
Nos encerramos en esa verdad cómoda que tratamos de armar a la perfección,
y nos alejamos de nuestros hermanos, de la naturaleza, y de Dios.
¡Qué mejor que sería el mundo si fuésemos más sencillos!
¿Por qué es tan complicado algo que parece tan simple?
Somos tan inteligentes y tan estúpidos a la vez,
valoramos lo esencial de la vida cuando estamos saliendo del camino,
y queremos ser útiles para el mundo cuando ya llegó nuestra hora.
Bondad y maldad, lo mejor y lo peor coexisten en nuestra especie,
Riqueza y miseria, conceptos errados en nuestros valores.
La diversidad exquisita es lo que nos hace interesantes,
y las cosas asombrosas que podemos hacer no tienen límites.
Pero no olvidemos que somos polvo, y al polvo volveremos.